75º aniversario de la muerte de
Miguel Hernández
Ocho
canciones
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diez
poemas
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Cancionero y romancero de ausencias
Por las calles voy dejando, algo que voy
recogiendo: pedazos de vida mía, venidos desde muy lejos. Voy alado a la
agonía, arrastrándome me veo, en el umbral, en el fundo, latente de
nacimiento.
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Llamo
a la juventud
Sangre que no se desborda, juventud que no
se atreve, ni es sangre, ni es juventud, ni relucen, ni florecen. Cuerpos que
nacen vencidos, vencidos y grises mueren: vienen con la edad de un siglo, y
son viejos cuando vienen.
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Canción última
Pintada, no vacía: pintada está mi casa del
color de las grandes pasiones y desgracias. Regresará del llanto adonde fue
llevada con su desierta mesa, con su ruinosa cama.
Florecerán los besos sobre las almohadas. Y
en torno de los cuerpos elevará la sábana su intensa enredadera nocturna,
perfumada. El odio se amortigua
detrás de la ventana. Será la garra suave. Dejadme la esperanza.
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Tristes guerras
Tristes guerras, si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas, si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres, si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
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Jornaleros
Jornaleros que habéis cobrado en plomo
sufrimientos, trabajos y dineros. Cuerpos de sometido y alto lomo:
jornaleros.
Españoles que España habéis ganado
labrándola entre lluvias y entre soles. Rabadanes del hambre y del arado:
españoles.
Esta España que, nunca satisfecha de
malograr la flor de la cizaña, de una cosecha pasa a otra cosecha: esta España.
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El rayo que no cesa
¿No cesará este rayo que me habita el
corazón de exasperadas fieras y de fraguas coléricas y herreras donde el
metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita de
cultivar sus duras cabelleras como espadas y rígidas hogueras hacia mi
corazón que muge y grita?
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Vientos
del pueblo me llevan
Si me muero, que me muera con la cabeza muy
alta. Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama, tendré apretados
los dientes y decidida la barba. Cantando espero a la muerte, que hay
ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas.
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Las
manos
Dos especies de manos se enfrentan en la
vida, brotan del corazón, irrumpen por los brazos, saltan, y desembocan sobre
la luz herida a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su
mensaje, y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente. Alzad, moved las
manos en un gran oleaje, hombres de mi simiente.
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Escribí en el arenal
Escribí en el arenal los tres nombres de la
vida: vida, muerte, amor.
Una ráfaga de mar, tantas claras veces ida,
vino y los borró.
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Sentado
sobre los muertos
Sentado sobre los muertos que se han
callado en dos meses, beso zapatos vacíos y empuño rabiosamente la mano del
corazón y el alma que lo mantiene.
Que mi voz suba a los montes y baje a la
tierra y truene, eso pide mi garganta desde ahora y desde siempre.
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