Ayer sábado nos
fuimos a rodar con la Luna llena.
Tras llegar
en tren a Grisén y aligerar la carga cenando entre un buen regadío cervecero,
llegó nuestra invitada envuelta en no pocas nubecillas y con un Cierzo de
cierto respeto.
Iniciamos la vuelta a Zaragoza subiendo hasta el Canal de Aragón, con algún pequeño percance que se subsanó en un plis plas.
El firme estupendo, sin sobresaltos a
destacar, al principio nuestra compañera la Luna jugueteó un poquillo con las
nubes sin dejar de marcarnos el camino, para tras un ratillo brillar
con todo su explendor. El cierzo también fue decayendo y con todo ello
disfrutamos de la impresionante sensación de sentir y ver con los ojos y
todo el cuerpo, a través de la
bicicleta guiada por la luna, la tierra y nuestra centrada atención.
Para finalizar brindamos con nuestra amiga y amigos por el buen rato pasado.