Pudo ser alrededor del mayo del 68 cuando te conocí. Por entonces, las
servidumbres de la clandestinidad en las células del Partido imperaban.
La abundante barba, igual entonces que mucho después, delataba tu
carácter: enérgico, trasparente, minucioso, tierno en los momentos
necesarios...
La clandestinidad pasó a medias y seguimos encontrándonos en un proyecto
ilusionante por un tiempo, pero que pronto se encontró con muros: crear
una Federación de Técnicos de CC.OO. La política seguía su curso, ahora
ya en aguas de la que se llamaba Transición, y nos encontramos de
golpe, sería en el 79 y en el 80, con temas necesarios que nos imponía
la democracia en el propio Partido Comunista.
Éramos jóvenes y el
egoísmo no anidaba en nuestros corazones, en el tuyo creo que no lo hizo
nunca. La cooptación, la pirámide jerárquica, eso que se llamó
centralismo democrático, eran términos que deseábamos liquidar. La
democracia interna en ese partido al que se le nombraba con mayúscula
por entonces, no se colaba por las rendijas y los popes del aparato se
encargaron de hacérnoslo saber. A ti, a mí, y a dos docenas de jóvenes
que la pedíamos a gritos.
Y, tristes, esa veintena de hombres
jóvenes, tú entre ellos, dijeron adiós a una pertenencia política de
años y, la mayoría, idearon esa tertulia itinerante que hablaba de
proyectos, de posibilidades, de situaciones, de utopías. Una tertulia
viajera por bares y trastiendas de los viernes. Al fin, ese grupo se
constituyó en Tertulia, ahora con mayúscula, y de apellido le pusimos
Albada. Aquello comenzó entre el 81 y el 82 y todavía sigue.
En tu
caso, seguiste con la militancia en CC.OO. siendo ejemplo en tu empresa,
Mecanización SA. Jefe de mantenimiento en la empresa, en una fundición
de las grandes de Aragón, respetado por todos los trabajadores, fueran
de Comisiones o de otra sindical. Y respetado también, por tu
congruencia, honestidad y por tu palabra de un solo filo, por la
dirección.
Allí, por cuestiones de trabajo, nos volvimos a
encontrar. En mi caso, ofreciendo posibles soluciones y en el tuyo
comparándolas y ejerciendo de comprador limpio y transparente.
La
empresa, por razones diversas, hizo aguas y, después de haber peleado
como nadie para intentar reflotarla, te surgió un nuevo proyecto, de más
envergadura incluso: Casting Ros en Utrillas. Y allá te fuiste a
ponerla en marcha desde tu sapiencia de ingeniero. Y allí nos vimos de
nuevo. Imponía la fábrica, los calderos de hierro ardiente cruzaban a
cinco metros por encima. Docenas de veces la traspasé, la recorrí a tu
vera. Creo que esta conjunción y tu saber hacer, se tradujo en multitud
de pequeñas y mejores soluciones para la planta.
Necesitabas más
terreno, más espacio cultural y militante. En Utrillas eras un referente
en lo tocante a derechos, a militancia de gente de a pie, y se cruzó en
tu camino otra oportunidad: Utedeza, la gran depuradora de Zaragoza.
Hacia 1993 se presentó la oportunidad de volver a Zaragoza como jefe de
mantenimiento. Y aceptaste. La casualidad volvió a cruzarse entre los
dos: toda la motorización de la planta era de la marca francesa que yo
representaba. Y volvimos a vernos, aprovechamos mis frecuentes visitas
para recorrer las instalaciones mientras los acontecimientos políticos,
las actuaciones de la izquierda, los errores o los aciertos, servían de
plática entre nosotros. La instalación era, y es, enorme, con poco
margen financiero desde el principio, y tú te las tenías que ingeniar
para que funcionara sin paradas, con céntimos en vez de con euros.
Tuviste la ocasión y te prejubilaste. Cambiaste un 40 por ciento de tu
salario cotizado en treinta y tantos años por la necesidad de espacio
vital. Por la posibilidad de viajar, de ejercer la actividad de pleno
derecho en las situaciones que tu conciencia veía como negativas. Y te
volcaste en organizaciones que combatían argumentando ese neoliberalismo
que tantas carencias e injusticias nos ha traído.
Seguías
involucrado en tu Tertulia, en esa Tertulia Albada a la que no has
dejado de apoyar ni un solo día de tu vida. Y continuamos con proyectos.
En nuestra Tertulia, además de tus conferencias, con un grupo de teatro
en el que participaste, activamente, durante 6 o 7 años. Fuiste Moisés
en “El viejo Testamento según San Clown, y Jesús en el nuevo, el primer
atracador en “Atraco a la una”, Quevedo en “el siglo de Oro tabernario”,
Cristóbal en “Los diamantes de Puerto Banús”, el Gobernador Don Sancho
en “La ínsula de Barataria”, Don Bienvenido en “La reja” y…
Y ahora te has ido, en un día radiante de este otoño que comienza a ser invierno.
Viste caminar a la Muerte hacia ti hace algunos meses, y la aguantaste
a pie firme, con esa “miaja” de retranca aragonesa que dulcificaba tu
seriedad. Ahora, tus hijas, aquellos que te quieren, que son muchos, tus
compañeros de Albada, yo entre ellos, escucharemos doblar las campanas
de nuestros corazones.
guardaremos en el corazón. Allí, muy dentro de
nosotros, no te habrás muerto nunca; cuando pensemos en ti, te
rescataremos de esa Parca a la que no tuviste miedo y miraste de frente.
En fin, Demetrio, no es un adiós definitivo, es un “hasta luego”. Descansa en paz en nuestros corazones.
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