Historia entrañable donde las haya...
LA FOSA COMÚN Y EL SONAJERO
Catalina Muñoz tenía 37 años cuando fue fusilada por
falangistas poco tiempo después del golpe de estado de 1936
en España. Tras 83 años enterrada en una fosa común,
recuperaron sus restos y descubrieron que el día de su
fusilamiento llevaba el sonajero de su hijo
Martín que hoy cuenta 84 años.
falangistas poco tiempo después del golpe de estado de 1936
en España. Tras 83 años enterrada en una fosa común,
recuperaron sus restos y descubrieron que el día de su
fusilamiento llevaba el sonajero de su hijo
Martín que hoy cuenta 84 años.
La tarde del 22 de septiembre de 1936 un piquete de fusilamiento compuesto
por cuatro falangistas y un sacerdote, llamó a la puerta de la casa de Catalina
Muñoz de 37 años, natural de la localidad palentina de Cevico de la Torre.
«Salió de casa corriendo con el niño y se cayó en la trasera de una casa y fueron
a cogerla. Al niño no le pasó nada» recuerda con los ojos inundados su hija
Catalina de 94 años, entrevistada por El País.
por cuatro falangistas y un sacerdote, llamó a la puerta de la casa de Catalina
Muñoz de 37 años, natural de la localidad palentina de Cevico de la Torre.
«Salió de casa corriendo con el niño y se cayó en la trasera de una casa y fueron
a cogerla. Al niño no le pasó nada» recuerda con los ojos inundados su hija
Catalina de 94 años, entrevistada por El País.
Las acusaciones vertidas entre susurros de revancha la tildaban de «roja», cargo
que no necesitaba ser demostrado y que conllevaba con seguridad la pena de
muerte, en los años previos y posteriores a la guerra civil. Catalina no sabía leer
ni escribir, tenía el pelo y los ojos oscuros, criaba a cuatro hijos de entre 11 años
y 9 meses cuando murió a causa de «dos disparos por arma de fuego de pequeño
proyectil en cráneo y pecho» según consta en el sumario militar que la condenó,
y que aún se conserva en un viejo archivo cuartelario de la ciudad gallega del
Ferrol.
que no necesitaba ser demostrado y que conllevaba con seguridad la pena de
muerte, en los años previos y posteriores a la guerra civil. Catalina no sabía leer
ni escribir, tenía el pelo y los ojos oscuros, criaba a cuatro hijos de entre 11 años
y 9 meses cuando murió a causa de «dos disparos por arma de fuego de pequeño
proyectil en cráneo y pecho» según consta en el sumario militar que la condenó,
y que aún se conserva en un viejo archivo cuartelario de la ciudad gallega del
Ferrol.
Tras permanecer 83 años sepultada en una fosa común, rociada con cal viva,
denostada por quienes llaman a sus familiares «busca-huesos» y por quienes
pretenden mantener en el olvido a las víctimas de la barbarie franquista, la fosa
fue exhumada en agosto de 2011. Los arqueólogos pudieron reconstruir la tarde en que fusilaron a Catalina, aseguran que llevaba guardado en su mandil el sonajero de Martin, el más
pequeño de sus hijos que en aquellos días contaba apenas 11 meses y que hoy
con 84 años, podrá recuperar los huesos de su madre y su juguete preferido.
denostada por quienes llaman a sus familiares «busca-huesos» y por quienes
pretenden mantener en el olvido a las víctimas de la barbarie franquista, la fosa
fue exhumada en agosto de 2011. Los arqueólogos pudieron reconstruir la tarde en que fusilaron a Catalina, aseguran que llevaba guardado en su mandil el sonajero de Martin, el más
pequeño de sus hijos que en aquellos días contaba apenas 11 meses y que hoy
con 84 años, podrá recuperar los huesos de su madre y su juguete preferido.
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