Día de la Poesía 2020
La poesía contribuye a
la diversidad creativa al cuestionar la forma en la que usamos las palabras y
nuestro modo de percibir la realidad. Se expresa de manera diferente y sutil y
consigue comunicar cosas de manera diferente, obligando al lector a descubrir la
esencia del mensaje.
Yoshikazu
Tsuno
Tres Poemas Para La Vida
El tiempo ha volado, pero yo no con él…
Detente –le dije–, aún no he acabado de cenar,
no he tomado las medicinas,
no he escrito la última frase de mi testamento,
no he saldado mi deuda con la vida…
que me vio hambriento junto a la cerca
y me dio de comer un higo…
que me vio desnudo bajo el cielo
y me vistió con una nube de algodón…
que me vio durmiendo en la acera
y me invitó a vivir en una estrella de su pecho…
La vida dijo: Aprende de mí ¡y verás que siempre te espero!
Le dije: Gracias, vida, eres regalo y don…
Y aprendí de la vida a fuerza de desdichas,
y a olvidarla para vivirla…
Viva la vida –grité cuando la hallé espontánea,
bromista, natural, despreocupada. Nos quiere y la queremos…
Es seca y tierna, señora y esclava,
no llora por nadie. No tiene tiempo.
Decir perfección es decir
imperfección
igual que la memoria es olvido visible.
Mahmud Darwix
ll0ll
Quédate quieto. Siente
esta sutil textura
que está tejiendo tu respiración.
El mundo entero entra
en ti en un poco de aire.
Los árboles, el mar, la tierra, el resto
de las respiraciones de los hombres
son ya tu territorio y, de algún modo,
tomas su savia, esencia o luz recóndita
y las vas disolviendo allá en tu sangre.
Estás fundiendo frutos y cortezas,
salitre y piedra y polvo y corazones,
y con ello apuntalas tu esqueleto
y vas creciendo a la velocidad
no vista a la que crece lo que vive.
Quédate quieto. Siente
esa sutil textura
que tejen tus pulmones.
Con naturalidad, como si nada
-plena labor del aire vuelto ritmo-
estás creando el mundo.
Lorenzo Oliván
ll0ll
Sé por qué dicen que el corazón está en
el corazón. Cuando piensas en la gente que quieres,
justo ahí se calienta. Quiero dar las gracias
a mi hermana por quererme, es quien me enseñó a querer.
No sé qué es lo que amaba de mí,
además de mi amor por ella -quizá
es que era una copia suya, la mitad,
después tres cuartos, finalmente entera-. En las
fotografías, se la puede ver
con un ojo puesto en mí, yo era un poco salvaje
y decía tonterías, y ella soltaba una carcajada seria
de las suyas. Mi hermana sabía cosas,
a veces lo sabía todo,
como si hubiera nacido sabiendo. Y yo
no sabía nada, mi asombro venía
conmigo a donde quiera que fuese,
como si lo llevara en un cinturón de herramientas,
no entendía casi nada y me encantaba predicir, y me encantaba ir al
jardín y bailar con las flores, que bailaban
conmigo sin apenas mover sus piernas
verdes, como si hubiera una cajita de música
en mi cabeza. Y era mala,
pero no creo que mi hermana pensara que era mala
de verdad, era un poco como su pequeña
compañera, ni que necesitara
mi maldad para crear su bondad. Y era
preciosa, con una belleza moral, se deslizaba
por el pasillo como una reina
en una lancha en el Nilo, tenía el pelo negro y liso
y lo movía como una cascada oscura, como
si fuera sólo una cosa, como una falda de seda negra.
Era la humana. Yo aspiraba a ser ella.
Y ella se quedaba entre dios y yo.
Y su pelo era como el ala
de la noche, y en mi sueño lo sostenía
por encima de mí y me escondía. Por supuesto,
al llegar el día, si el dios te quería para algo,
ella te acogía. Creo que el dios hubiera sabido cómo
quitarme los rizos de la cabeza,
ella lo hubiera hecho. Y creo que no había nada que mi hermana
me hubiera quitado. ¿Por qué
lo haría si tenía todo?
En nuestra habitación controlaba la puerta,
cerrada o abierta, y la luz,
apagada o encendida. Y si me hubiera
pasado algo, creo que mi hermana
no hubiera sabido quien era ella misma, pues yo era casi
tan esencial para ella como ella para mí.
Si le hubiera pasado algo a ella,
creo que no estaría viva hoy
y nadie me recordaría,
como si no hubiera existido.
Sharon Olds
Toru Yamanaka
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